domingo, 23 de octubre de 2011

Capítulo 4


La clase ya estaba empezando cuando Ash entró. Ocupó su sitio y se sorprendió al ver que el asiento de Cristian permanecía vacío. En cambio, Melanie estaba ya sentada. Ash observó que Melanie se había dejado el pelo suelto, que le caía en tirabuzones rubios sobre sus delicados hombros. Llevaba sus gafas marrones, que al bajar la cabeza le resbalaban sobre la nariz. Alzó la vista y saludó con una leve sonrisa a Ash.

Pasaron las horas, y llegó el recreo. El recreo era la media hora del día que Ash más disfrutaba. Siempre era igual y a la vez distinto. Igual porque siempre lo pasaba junto a sus amigos, o bien en un rincón del patio o bien en una mesa apartada en la cafetería, y distinto porque cada día las conversaciones eran únicas y tenían algo de especial.

Los tres amigos estaban sentados en las escaleras que daban a la salida de emergencias.
Angela y Jeremy le estaban contando a Ash las novedades:

-Por cierto, Ash… este año no vamos a poder volvernos juntos a casa. Es un rollo, pero es que al estar en bachillerato tenemos que quedarnos una hora más, y además los martes y los jueves Angy y yo vamos a comer en el bar de enfrente, para venir también por la tarde. Es para recuperar las asignaturas del año pasado… nunca perdonaré a ese maldito profesor de matemáticas. ¡Me tenía manía!

A Ashley se le ensombreció el rostro. Intento mantener la sonrisa mientras le quitaba importancia al asunto, pero ambos amigos la conocían demasiado bien como para saber como se sentía.

-Vamos,, Ash… tampoco es para tanto, no te preocupes que todo seguirá siendo como siempre, estaremos juntos en los cambios de clase, en el recreo, y los viernes y sábados que vayamos a dar una vuelta.

Tras decir estas palabras, Jeremy y Angela la abrazaron, al grito de “Abrazo fuerte”. Cada vez que él la abrazaba, Ash sentía como el tiempo se paraba. Se inundaba del aroma suave y a la vez intenso del perfume del muchacho, y se concentraba en cada uno de los milímetros de su piel que estaban en contacto con la suya, y, horas después, seguía recreando en su mente ese pequeño gesto de cariño.

Sonó la campana, y todos volvieron a las clases. Al salir, Ash pensó en quedarse a esperar a sus compañeros, al fin y al cabo, una hora no le importaba demasiado. En su casa le echarían una reprimenda, pero hacía mucho tiempo que éstas habían dejado de importarle lo más mínimo. Al momento desechó la idea debido a que era martes, y, furiosa con el mundo entero, salió del instituto.
Estaba lloviendo, pero a Isa no le molestaba la lluvia.
De pequeña, las abundantes tardes de primavera que llovía en Wellow, se escapaba al parque de al lado de su casa, y se ponía a jugar en los columpios. Los días soleados, el parque estaba repleto de niños y niñas de su edad, y no la dejaban divertirse, por eso, prefería ir sola.
A pesar de los años que habían pasado, seguía disfrutando de la lluvia y de la soledad en el parque. Solía ir cuando se sentía triste o enfadada. Y este era uno de esos momentos.

domingo, 16 de octubre de 2011

Capítulo 3


Al fin llegó la hora de irse. Aunque para Ashley, ese día, salir del instituto no resultaba precisamente un alivio. Iba a salir de un infierno para encontrarse con otro aun mayor, su casa, y al contrario que años anteriores, está vez no contaba con las risas y apoyo de sus amigos en el trayecto de vuelta a casa. Tenía planeado volverse sola, pero cuando no llevaba andados ni dos metros el chico de su izquierda se le acercó corriendo.

-Oye, una pregunta, ¿Por qué no me has hablado en las seis horas de clase? No quiero parecer creído ni nada, pero es que normalmente cuando una chica se sienta al lado mía, no deja pasar la oportunidad de hablarme.

Ashley, sorprendida, respondió de mala gana:

-Pues lo pareces. Y no te he hablado porque no tenía nada que decirte.

Siguió andando dando por concluida la conversación. Pero el chico no se dio por vencido, soltó una pequeña carcajada y siguió insistiendo:

-Bueno, es una buena respuesta, pero ¿Sabes? Eres rara.- Sonrió- En fin, me llamo Cristian.

Ash musitó su nombre a modo de presentación y aceleró el paso. Al parecer Cristian iba en la dirección contraria, así que cuando ya estaban bastante lejos, éste le grito:

- ¡Encantado Ashley, nos vemos mañana!

Ashley anduvo mecánicamente hasta la parada de autobús. Una vez dentro del que le debía llevar a su casa, se le vino a la mente la imagen de Cristian. Por primera vez se dio cuenta de que realmente era bastante atractivo. Moreno de piel, cabello castaño, revuelto y cayéndole por debajo de las orejas, con los ojos un poco tapados por un mechón de su pelo, ojos de un extraño y bonito color grisáceo, alto y bastante fuerte. En seguida borró esta imagen. ¿Cómo podía ponerse a pensar que un chico era mono mientras Jeremy, su amado y ansiado Jeremy, estaba con Angela? Debía sentirse triste y desgraciada, y pensar en él, como ya era su costumbre hacer.

El resto del día lo pasó en su casa, encerrada en su habitación, con la música de fondo, leyendo. Leyendo y llorando. Llorando porque Jeremy nunca sería suyo a pesar de que siempre estaría allí. Y con estos pensamientos, se quedo dormida.

De nuevo, tuvo aquel extraño sueño que ya llevaba varias noches repitiéndosele. En el sueño, ella caía desde un alto rascacielos, y mientras caía, eternamente, sin llegar nunca al suelo, podía ver a través de las ventanas del edificio extrañas escenas, a la vez que una voz desconocida la obligaba de alguna manera a mantener los ojos abiertos. De repente, sonó el despertador y cesó la caída. En esta ocasión, había visto en una sala de un hotel a Jeremy con un puñal en la mano, inclinado sobre el cuerpo inerte de un hombre  al que no conocía.

Al día siguiente, como siempre había sido, recogió a Angela en su casa, que estaba a apenas cinco minutos de la suya, y juntas cogieron el autobús. En la segunda parada, subió Jeremy.

-¡Qué deprimente resulta volver a las clases! Espero que este año también estemos juntos, Angy… Por cierto, Ash, ¿Cómo te ha ido en tu clase? Dime que no estas con Alan y los tontos esos que siempre van detrás suya. ¿Quién es tu profesor? ¡Más vale que nuestras aulas estén en la misma planta!

Ashley respondió a todas las preguntas con una sonrisa de oreja a oreja. Estaba aliviada. Todo era como siempre. Él era su mejor amigo, él aun la quería muchísimo, aunque no fuese del mismo modo. Tenía suficiente. Él seguía siendo su Jeremy. Aquel Jeremy que tanto anhelaba y cuya felicidad era su mayor deseo.

jueves, 6 de octubre de 2011

Capítulo 2


Finalmente encontró su nombre en la lista. La habían cambiado de clase, y ahora casi todos sus compañeros eran distintos. En cuanto a sus profesores, no podía haber sido peor, su tutora era la profesora de francés que tanto le había hecho sufrir el año pasado, humillándola delante de sus compañeros, haciéndola sentir como si fuese basura, acusándola de muchas barbaridades sin fundamentos y haciendo que sus compañeros se alejasen aun más de ella.

Suspiró y se dirigió al tercer piso donde estaría su nueva aula.

Ya estaban allí la mayoría de los alumnos. Se llevó una ingrata sorpresa cuando oyó una inconfundible voz detrás suya:

-¡Anda, qué suerte Ashley, volvemos a caer en la misma clase! Parece que al final, vamos a estar unidos por el destino y todo.

Un coro de risas estridentes siguió al saludo de Alan.

Alan, era, junto con sus brutos y patéticos esbirros, una de las personas que más repulsión le producían a Ash. Esto se debía a que desde que comenzó 1º de ESO, tres años atrás, habían estado incordiándola y haciéndole la vida lo más imposible que podían, llegando al punto de haber fingido ser golpeados por ella, lo que casi provoca una falta muy grave en su ya sucio expediente, o, peor aun, otra expulsión, que tan solo fue evitada gracias a las protestas que presentaron sus dos amigos, junto con algún profesor, ante el director.

-Sí, sería posible si no fuese porque eres patético y el destino no puede ser tan estúpido.

Ash pronunció estás palabras en un tono medio de voz, pero con la suficiente claridad para que el resto de jóvenes silenciaran temporalmente sus conversaciones para meter cizaña con los típicos comentarios “Anda, lo qué te ha dicho, yo que tú le pegaba una paliza” ó “Esto en mi pueblo es pelea”.

Alan no parecía de ninguna manera amedrentado, al contrario, parecía que estaba desfrutando con el corro que se había formado a su alrededor. Sin embargo, cuando se disponía a responder, sonó la campana y Ash, rápida, aprovechó para escabullirse hacía dentro de la clase. Se sentó, como era su costumbre, en un pupitre vacío al fondo del aula.

Segundos después la profesora entró en clase y se hizo un total silencio. Tras recorrer dos veces el pasillo mirando fijamente a cada uno de los alumnos que componían la clase C de 4º de ESO, se subió a la tarima y sin más preámbulos comenzó a realizar cambios de sitio.

Ash ya se temía que la llevarían a los primeros asientos, pero fue peor de lo que se esperaba: primera fila, detrás suya Alan, a su izquierda un chico que no conocía y a la derecha una chica llamada Melanie, que estaba en su clase el año pasado. Esto último le agradó un poco pues estas compañeras no tenían mucha relación, pero las pocas palabras que habían intercambiado no habían sido hostiles.

Comenzó el discurso de todos los años. Siempre era lo mismo. Cada profesor lo contaba de una manera, unos utilizaban unas palabras más duras, y otros más suaves y amables, pero venía a significar exactamente lo mismo. Advertencias. Advertencias y consejos sobre como afrontar el curso, sobre lo que ocurre si no respetas las normas al pie de la letra, y también advertencias sobre la importancia de estudiar y de no abandonar ninguna asignatura.
Ash odiaba estos discursos, eran insoportables, sabía perfectamente cuales eran las normas, al igual que todos sus compañeros, por eso detestaba que las repitiesen. Lo mismo ocurría con el resto de consejos. Le parecían inútiles, innecesarios, pérdidas de tiempo, y ella no aguantaba lo innecesario. También eran innecesarios e insoportables los toquecitos en la silla de Alan. Pintaba que ese curso no iba a ser muy agradable.